Cada semana nos regalamos una reflexión sobre algún valor, un acontecimiento, una fecha litúrgica, la vida salesiana o algo que nos resulte de interés. Esta semana…
MEMORIAS DE DON BOSCO
Don Bosco se presentó ante el Papa Pío IX con el fin de pedir el permiso para formar una congregación que atendiera a los muchachos del Piamonte. Por aquella época, se creía que Dios debía haber dado al posible fundador un mensaje sobrenatural para ello. Por lo tanto, el papa le pregunta si él había vivido algo así. Don Bosco recordará en ese momento el sueño que había tenido a los 9 años como algo especial. Mientras se iniciaban los trámites correspondientes, Pío IX le pide para el próximo encuentro que le escriba ese sueño.
Grande debe haber sido la sorpresa de Don Bosco cuando el papa le pide el escrito al volverse a ver. Allí le ordenará que lo haga para la próxima.
Cuando Don Bosco se sienta a pensar si hubo algo en su vida en lo que detectara el llamado de Dios a dedicarse a los jóvenes, decide escribir toda su vida. Para él todo lo vivido es un regalo de Dios y una preparación para la invitación que Dios le hacía de gastar toda su vida en favor de los chicos.
La autobiografía de sus primeros 40 años quedó como regalo para nosotros, sus hijos, en las “Memorias del Oratorio San Francisco de Sales”.
Allí nos presenta a su familia: su mamá Margarita; su papá Francisco; la abuela de más de 70 años; el hijo mayor Antonio (hijo de un primer matrimonio de su papá del que era viudo); el hijo “del medio” José; y el menor, Juan Melchor (el futuro Don Bosco).
Los tres primeros recuerdos de su infancia que comparte son:
- – La muerte de su papá cuando no había cumplido aún 2 años. Recordará que él lloraba viendo llorar a su madre, que seguía cuidándolo a pesar del dolor y la tristeza. “Ciertamente, en aquella edad no alcanzaba a entender qué desgracia tan grande era la pérdida del padre”.
- – El hambre extremo. A la pobreza familiar se sumó en esa época el aumento desmedido de los precios de los alimentos. “… el pánico se apoderó de la familia pues ese día habían comido muy poco y se podían, por tanto, prever funestas consecuencias para esa noche”. Margarita se pondrá a rezar -tal como se lo había recomendado el marido antes de morir- e inmediatamente sacrificará un ternero de la familia para poder darles de comer.
- – Una propuesta de matrimonio a Margarita de alguien en muy buena posición económica. La condición era que los chicos no vivieran con ellos, sino con un tutor que los cuidaría. “Dios me dio y me quitó a mi marido. Tres hijos me dejó él al morir, y yo sería una madre sin corazón si los abandonase cuando más me necesitan… El tutor podrá ser tal vez un amigo, pero yo soy la madre; y no los voy a dejar aunque me ofrecieran todo el oro del mundo”. (Margarita siempre hablará de Antonio como su hijo, aun cuando no lo había llevado en su vientre).
Don Bosco sabe lo que es ser huérfano; conoce de cerca la pobreza y el hambre; corrió el riesgo de ser abandonado. Todas esas experiencias de la infancia y muchas otras que irá viviendo, le permitirán ir desarrollando una sensibilidad especial hacia tantos chicos “pobres, abandonados y en riesgo”. Elegirá ser sacerdote para “acercarme, hablar y enseñar la religión a tantos compañeros míos que no son malos, pero que tienen el peligro de dañarse porque nadie se ocupa de ellos”.
Don Bosco sintió que Dios lo llamaba en los jóvenes de su tiempo y que todo lo vivido fue regalo de Dios para responder a esa invitación. Dios nos regaló a Don Bosco y su testimonio de vida. Hoy nosotros somos “Don Bosco” para tantas chicas y chicos que nos reclaman que compartamos la vida con ellos y que nos gastemos en ese camino. Como dice Eduardo Meana en la canción “Digo que Juan Bosco vive”, escrita en base a una homilía del P. Fernando “Abuelo” Peraza:
¡Seguidores que son puro amor, y fe, y sacrificio! Ellas y ellos: todo de los jóvenes, todo de Cristo… Como el Padre Bosco, se conmueven, hasta lo más íntimo y se comprometen hasta el dolor del joven caído.
“Salesiano” es quien tiene ajustados sus latidos a las lágrimas de tantos jóvenes empobrecidos, ve en Cristo a los hijos pobres; y en ellos, a Cristo.