Via Crucis de la Periferia
Ilustraciones: Cristian Camargo
Texto: Toña Olivares
1er Estación
Jesús es condenado a muerte – LOS PRESOS
Pilato, que quería dejar libre a Jesús, les dirigió de nuevo la palabra; pero ellos seguían gritando: —¡Crucifícalo, crucifícalo!
Por tercera vez les habló: —Pero, ¿qué delito ha cometido este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte.
Le impondré un castigo y lo dejaré libre.
Pero ellos insistían a gritos pidiendo que lo crucificara; y el griterío se hacía cada vez más violento. Entonces Pilato decretó que se
hiciera lo que el pueblo pedía. Dejó libre al que pedían, que estaba preso por motín y homicidio, y entregó a Jesús al capricho de
ellos.
(Lc 23,20-25)
Desde el “crucifícalo” en adelante se desencadena un montón de sucesos que te encaminan, Jesús, hasta
el Gólgota, a duras penas. Una condena te obliga a mirar el futuro con temor, con inseguridad, con angustia…
además es una decisión injusta, maquinada por quienes no te quieren vivo, caminando por las calles, liberando a tus
hermanos de aquello que los condena a luchar por sobrevivir.
En esta estación les invitamos a caminar junto a los reos, hombres y mujeres que, por distintas
razones, hoy cumplen una condena en las cárceles, y por sus familias que acompañan este caminar.
Condenados a sobrevivir en un sistema carcelario nefasto, condenados –muchas veces- a replicar adentro aquello
por lo que fueron encarcelados, condenados a no ver crecer a sus hijos, condenados al peligro constante,
condenados al estigma social, condenados y condenadas.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tu entrega generosa, nos enseñaste
a caminar junto a los condenados a la periferia.
2da Estación
Jesús con la cruz a cuestas – LOS NIÑOS
Los soldados se lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron de púrpura, trenzaron una
corona de espinas y se la colocaron. Y se pusieron a hacerle una reverencia:
—¡Salud, rey de los judíos!
Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y doblando la rodilla le rendían homenaje. Terminada la burla, le quitaron la
púrpura, lo vistieron con su ropa y lo sacaron para crucificarlo.
(Mc 15,16-20)
¿Recuerdas cuando hablaste de las pesadas cargas, Jesús? Esas cargas que los poderosos suelen poner
sobre los hombros de los más débiles y de las cuales tú quisiste liberar a tu gente. Hoy el débil eres tú y la carga,
aquello donde morirás; eso que fue una imagen hoy se concretiza; la cruz pesa tanto como los insultos, tanto como
la soledad, tanto como la no comprensión de tu mensaje de liberación, tanto como el agotamiento que acarreó ser
siempre tan consecuente…
En esta estación les invitamos a caminar junto a los niños y niñas a quienes les hemos puesto
pesadas cargas en sus hombros.
Ellos son los que deben salvar al planeta, los que deben alcanzar lo que nosotros no hemos alcanzado, los que
deben obtener buenos resultados y ser exitosos, los que sufren abuso de todo tipo y el no compromiso con su
formación, los que muchas veces deben crecer solos…
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tu vida atenta a las periferias, nos enseñaste
a caminar tomando la mano de los más pequeños.
3ra Estación
Jesús cae por primera vez – LOS MIGRANTES
Soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores,
lo tuvimos por un contagiado, herido de Dios y afligido.
Él, en cambio, fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Sobre él descargó el castigo que nos sana
y con sus cicatrices nos hemos sanado.
Todos errábamos como ovejas, cada uno por su lado,
y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
(Is 53,4-6)
Caes porque ya el madero pesa, caes porque el camino no es llano, caes porque no hay compañeros que
ayuden a cargar con esto, caes porque ya te han golpeado, caes porque te angustia lo que sigue, caes porque lejos
quedaron las alabanzas que algunos te dedicaron, caes…
En esta estación les invitamos a caminar junto a los migrantes, tantos hombres, mujeres, niños,
ancianos… que emprenden camino hacia algo mejor.
Emprenden un camino que tampoco es fácil y, sí, caen… pero deben levantarse, porque la mitad de la familia está
en el país de origen, porque el lugar de destino es un lugar de promesas, un lugar donde supuestamente hay más
como ellos; deben levantarse porque están indocumentados, deben levantarse porque no atravesaron todo el
continente para quedar tirados en medio del desierto…
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tus pies llenos de polvo, nos enseñaste
a caminar portando la Buena Noticia para las periferias.
4ta Estación
Jesús encuentra a su madre – LAS FAMILIAS DE FALLECIDOS POR COVID
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre
y al lado al discípulo amado, dice a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Después dice al discípulo: —Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.
(Jn 19,25-27).
Encontrar el rostro de tu mamá en medio de tanta muerte es pura vida. Es María, la de Nazaret, la que te
enseñó a esperarlo todo de Dios; es la dueña de una fuerza inagotable. Sabes que ha sido feliz y quieres que por
muchas generaciones la recuerden así, feliz, plena… porque incluso en momentos como estos ella está
acompañándote, sufriendo con cada paso que te obligan a dar; incluso hoy cuando no puedes decirle: tranquila
mamá, no te preocupes; incluso hoy cuando lo que quieres es que ella te diga: ya pasó, Jesús, sólo fue un mal
sueño.
En esta estación les invitamos a caminar junto a las familias que sufren la muerte de uno de los
suyos a causa del covid.
Porque no han podido despedir al abuelo, a la abuela, a la mamá, al papá, al hijo, a la tía, al sobrino… porque se
cuidaron tanto, para terminar en muerte; porque la abuela recién tenía su casa y estaba tan feliz; porque no hubo
horas para velarlo… y es que las horas las necesitaban para comprender la pérdida y empezar a sentirlo cerca de
esta otra forma… pero no hubo tiempo. Porque queda el recuerdo, el agradecimiento y la convicción de que sigue
viviendo junto a Dios Padre-Madre.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, aprendiste de tu madre, mujer de periferia,
a caminar dando vida abundante.
5ta Estación
El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz – LOS POBRES
Cuando lo conducían, agarraron a un tal Simón de Cirene,
que volvía del campo,
y le pusieron encima la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
(Lc 23,26)
Hay tanta gente… algunos cercanos y otros no tanto. Algunos conocidos y otros acercándose solo como
espectadores. Con cada paso se agotan las fuerzas, con cada paso se acrecienta el temor al final. Hay tanta
gente… tantas historias, tanto para dar al mundo, pero están presos de un sistema injusto, un sistema que Dios no
quiere. Y otra vez pareces quedar sin fuerzas… hay tanta gente. Quieres volver a mirarlos a los ojos y decirles:
“Felices, Dios está de nuestra parte…” Entonces unos gritos parecen despertarte, Jesús, y unos brazos alivian el
peso del madero. Reconoces las manos de un compañero de camino, de un hombre de esfuerzo, de un pobre que
se sabe parte de esta tierra…
En esta estación les invitamos a caminar junto a los pobres; y la lista se amplía… muchos nombres
y rostros caminan a nuestro lado.
Porque muchos hay con necesidades básicas sin satisfacer y unos pocos reinventándose necesidades que
deshumanizan. Porque muchos son los que no tienen para comer, que no tienen casa donde vivir, que no logran
recibir educación, que no tienen acceso a la salud, al agua o a la electricidad. Optar por ellos, por su dignidad y por
lo que es justo, nos permite encontrarnos con lo que verdaderamente somos.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, desde dentro y a la vez desde las periferias,
nos das la luz y la fuerza para vivir como seres humanos plenos.
6ta Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús – VÍCTIMAS DE ABUSO
–Busquen mi rostro.
Mi corazón dice:
Tu rostro buscaré, Señor:
no me ocultes tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
(Sal 27,8-9)
Lo que hiciste fue ir de pueblo en pueblo mostrando el rostro de Dios… caminaste, tu vida fue un recorrido.
Pasaste haciendo el bien, se dice por ahí. Si tus pasos tropezaban con una injusticia, con un abuso, con una
enfermedad, con una necesidad, no te quedaste de brazos cruzados, te conmoviste. Pero en este momento, dar un
solo paso es un gran logro… Y otra vez un alboroto parece despertarte, esperas un nuevo golpe, pero te sorprenden
unas manos en tu rostro; no es un nuevo golpe, es un alivio en medio de tanto dolor, es consuelo… es una mujer,
víctima fortalecida, compasión entrañable… es una mujer.
En esta estación les invitamos a caminar junto a las víctimas de abuso… de toda clase de abuso.
Que hoy exista maltrato sufrido contra seres humanos por su condición social, económica, cultural, psicológica, etc.
porque han sido considerados más débiles por quienes se creen con el derecho de vulnerarlos, significa que nos
queda harto camino por recorrer; un camino con una pesada carga, un camino con muchos tropiezos… un camino
de liberación de esas víctimas.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tu mensaje de liberación,
nos enseñaste a poner en el centro a los pequeños de las periferias.
7ma Estación
Jesús cae por segunda vez – LAS “VÍCTIMAS” DEL CONSUMO
Jesús dijo: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Después se repartieron su ropa sorteándoselas entre ellos.
(Lc 23,34)
Entonces, al dar el siguiente paso, tropiezas y caes. ¿Cómo no caer, Jesús, si el madero cada vez pesa más,
las heridas duelen más, el camino cuesta más, la soledad se siente más y la angustia se ha instalado allí adentro?
¿Te preguntas, Jesús, si hay una salida o ya no alcanzan las fuerzas para preguntas? Sabes que puedes levantarte
otra vez y seguir caminando, lo intentas aunque es difícil, lo intentas.
En esta estación les invitamos a caminar junto las “víctimas” del consumismo, aunque no parezca
periferia, es lugar de soledad y sinsentido.
El sistema nos ha esclavizado, somos esclavos del acumular. Y todo gira en torno a eso. Nada nos satisface, todo
es poco. Querer estar bien es algo válido, pero amontonar bienestar generando hambre, pobreza y muerte, hace
que perdamos nuestra humanidad. Nos han hecho creer que necesitamos MÁS, más producción, más tecnología,
más poder sobre los demás. Levantémonos y recuperemos lo que nos humaniza.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tu fuerza liberadora, nos devolviste
desde la periferia a lo que nos humaniza.
8va Estación
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén – LAS MUJERES
Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres llorando y lamentándose por él.
Jesús se volvió y les dijo: —Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí;
lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque llegará un día
en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, los vientres que no concibieron,
los pechos que no amamantaron!
Entonces se pondrán a decir a los montes: Caigan sobre nosotros;
y a las colinas: Sepúltennos.
Porque si así tratan al árbol verde, ¿qué no harán con el seco?
(Lc 23,27-30).
Alrededor muchos hablan… gritan. Reconoces insultos, sí, pero también llantos y lamentos. Son mujeres.
Aparentemente las más débiles en medio de tanta opresión, sin embargo cuánta fuerza te enseñaron. Sus lágrimas
te recuerdan a tus amigas, seguro también están entre la multitud… Piensas en darles una palabra de aliento, aún
en este momento quieres consolarlas porque les queda tanta lucha aún… y de pronto quisieras abrazarlas y llorar
con ellas: con la viuda, con la madre, la prostituta, la maltratada, con la embarazada, la estéril, la enferma, la
esclava, con la niña, la joven, la hermana, la trabajadora…
En esta estación les invitamos a caminar junto a las mujeres, históricamente en las periferias.
Y, sí, hemos dado pasos en igualdad, pero la discriminación no se detiene. Manejamos un montón de datos y de
nada nos sirven si las listas de femicidios no dejan de crecer… Hoy pedimos por las mujeres, porque son entrega
desmedida, son espera incansable, son fuerza perenne, son luz que ayuda a caminar.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tu abrazo, nos enseñaste
que la periferia puede no existir.
9na Estación
Jesús cae por tercera vez – LOS ABUELOS
Que se esté solo y callado cuando la desgracia descarga sobre él; que se humille hasta besar el suelo, quizá quede esperanza; que
ofrezca su mejilla al que lo golpea y lo llenen de ofensas. Porque el Señor no rechaza para siempre; aunque aflige, se compadece
con gran misericordia, porque no goza castigando o apenando a los hombres.
(Lam 3,28-33)
Ya no quedan fuerzas, Jesús. Toda tu vida fue entrega, desde Nazaret, cuando tu mamá te enseñó a
compartir, cuando tu papá te mostró con su vida la bondad, cuando tu pueblo sonreía incluso con la vida a cuestas,
cuando saliste a escuchar la voz del Bautista en el desierto, cuando comenzaste a conocer a tus amigos más
cercanos, cuando el mensaje del Reino empezó a tomar fuerza, cuando… ya no quedan fuerzas, vuelves a caer y el
polvo te recuerda, Jesús, que eres parte de una tierra a la que amas entrañablemente y de una historia que será por
siempre atravesada por una fuerza transformadora. Volverías a vivirlo todo así, tal cual… hasta el último esfuerzo.
En esta estación les invitamos a caminar junto a los abuelos y abuelas, caminar lento, caminar
agradecido.
Porque han entregado tanto; porque mucho de lo que hoy disfrutamos, ellos lo han ganado para nosotros, y no solo
lo material; porque son generaciones que, sí, se equivocaron, y quién no, pero ahí está la historia para aprender de
ella; porque muchos de ellos han tenido una relación comprometida y responsable con la tierra; porque hoy nuestros
abuelos y abuelas están solos, enfermos, con pensiones que cubren mínimamente sus gastos; porque tienen miedo
a la muerte; porque no son escuchados…
Seguimos tus pasos, Jesús,
que también te sentaste a la orilla del camino
a escuchar a los que están en la periferia.
10ma Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras – LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su ropa y la dividieron en cuatro partes, una para cada soldado;
tomaron también la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida de arriba abajo, de una pieza.
Así que se dijeron:
—No la rasguemos; vamos a sortearla, para ver a quien le toca.
Así se cumplió lo escrito: Se repartieron mi ropa y se sortearon mi túnica.
Es lo que hicieron los soldados.
(Jn 19,23-24)
Desnudo… desnudado más bien, despojado de tu ropa, de tus amigos, de los que se decían seguidores,
del respeto a cada ser humano, de tu tierra, de tu vida… todo apunta a que el fin se acerca, Jesús. ¿Puede ser esto
más doloroso aún? Miras alrededor, distingues los rostros de quienes están a cargo de tu ejecución y puedes ver al
ser humano que está detrás de tanta crueldad. Algo te sigue diciendo que valió la pena tu entrega, tu existencia
vivida plenamente…
En esta estación les invitamos a caminar junto a nuestros pueblos originarios, a quienes tanto les
debemos.
Despojados, así han quedado nuestros pueblos. Despojados y no solo de espacios geográficos, sino de un espacio
dentro de la sociedad, despojados de escucha, despojados de comprensión. Los despojamos y nosotros quedamos
despojados de todo lo que podríamos aprender de ellos: su relación con la tierra, su convivencia, su antigua
sabiduría, su cosmovisión… mirémonos a los ojos, nuestra diversidad nos enriquece.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tu mirada, humanizas las periferias.
11va Estación
Jesús es clavado en la cruz – LOS ENFERMOS
Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los crucificaron a él y a los malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda.
Después se repartieron su ropa sorteándola entre ellos. El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo: —Ha
salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios. También los soldados se burlaban de él. Se
acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: —Si eres el rey de los judíos, sálvate.
(Lc 23,33-37)
Sabes lo que es la crucifixión, lo sabes. Has escuchado sobre esto, Jesús, seguro viste algún crucificado.
Sabes que ya no queda nada y también que quizás es lo más doloroso de estas últimas horas… solo lo sabes, otra
cosa será experimentarlo. Alguien dice por ahí: sanó a otros, que se salve a sí mismo… Y recuerdas, de pronto, a
algunos enfermos y cómo recuperaban el brillo de sus ojos cuando los sanabas; cómo eran abrazados otra vez por
los suyos porque ya no había enfermedad, no había maldición y el olvido de Dios nunca había sido tal… El olvido de
Dios. No es raro pensar que Dios se olvida de los que sufren en medio de tanto dolor…
En esta estación les invitamos a caminar junto a los enfermos, a los afectados por la pandemia y a
aquellos que padecen otras enfermedades.
El sufrimiento en sí mismo no tiene sentido. Dios no quiere nuestra enfermedad, nuestro sufrimiento. Por eso
oramos por nuestros enfermos, porque apreciamos estar sanos, respirar profundo, sentir la fuerza de la vida. Hoy,
padecemos, como humanidad, una pandemia que vino a evidenciar situaciones de injusticia, que vino a
demostrarnos cuánta salud y vida nos dan los abrazos, y qué descentrados veníamos (sobre)viviendo, entre otras
cosas.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tus manos, sanaste las heridas que nos llevan a las periferias.
12va Estación
Jesús muere en la cruz – LAS VÍCTIMAS DE LA CORRUPCIÓN
Era mediodía; se ocultó el sol y todo el territorio quedó en tinieblas hasta media tarde. El velo del santuario se rasgó por el medio.
Jesús gritó con voz fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Dicho esto, expiró.
(Lc 23,44-46)
Listo. Ya te quitaron de en medio, Jesús. Estorbabas. Defendías a los últimos según la religión de tu
pueblo, a los olvidados por el imperio, porque para Dios eran los primeros y jamás los olvidó. Te eliminan, Jesús,
porque tu actuar compasivo y tu mensaje de liberación sacuden de raíz ese sistema organizado que beneficia a los
más poderosos del Imperio romano y de la religión del templo. Te silencian, Jesús, o al menos eso creen. Y, cómo
no, hay desconcierto, enmudecimiento y profundo pesar en quienes te acompañan… sin embargo, nada volverá a
ser igual después de haberse encontrado contigo.
En esta estación les invitamos a caminar junto a las víctimas de la corrupción, lamentablemente,
presente en tantos escenarios de nuestra vida.
Y otra vez nos escudamos detrás de cifras: nuestro país no es el más corrupto, nuestra institución no es la más
corrupta, los índices de corrupción hablan de… Pero a donde miremos hay quienes quieren sacar provecho personal
del lugar que ocupan, del título que tienen, del supuesto servicio que prestan… y, de esta forma, todos somos
víctimas de esta pandemia que es la corrupción, y qué fácil es convertirse también en victimario.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con entrega, nos enseñaste
que el mensaje de liberación de las periferias, debemos hacerlo vida.
13va Estación
Jesús es bajado de la cruz – LAS VÍCTIMAS DEL NARCOTRÁFICO
Había un hombre llamado José, natural de Arimatea, ciudad de Judea.
Pertenecía al Consejo, era justo y honrado y no había consentido en la decisión de los otros ni en su ejecución,
y esperaba el reino de Dios.
Acudió a Pilato y le pidió el cadáver de Jesús. Lo descolgó, lo envolvió en una sábana y
lo depositó en un sepulcro cavado en la roca, en el que todavía no habían enterrado a nadie.
(Lc 23,50-53)
Nada que hacer. Ya todo acabó, y después de haberte visto sufrir así, la muerte viene a… aliviar estas
horas de sinsentido. Tu gente quiere tomar lo que queda de ti y hacerse cargo. Limpiar las lágrimas de tu rostro,
limpiar la muerte de tus hombros, el polvo de tus pies, la injusticia de tus manos, el maltrato de tu espalda, limpiar el
cansancio de tus brazos y la asfixia de tu pecho… y llorar en silencio.
En esta estación les invitamos a caminar junto a las víctimas del narcotráfico, por las cuales a veces
sentimos que no podemos hacer mucho…
Es un mundo desconocido en muchos aspectos, incluso lejano. No dimensionamos hasta dónde la droga está
haciendo daño. Se dice esto, se cuenta aquello, se rumorea lo de más allá… se asocia al peligro, a ajustes de
cuentas, a gente poderosa involucrada, a secretos y trampas, a muerte. Se sabe que quien entra no puede salir y
muchos están dentro por necesidad… Hoy oramos por ellos, por las víctimas.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tu fuerza transformadora, nos demostraste
que incluso en las periferias otro mundo es posible.
14va Estación
Jesús es puesto en el sepulcro – VÍCTIMAS DE LA GUERRA
Era el día de la preparación y estaba por comenzar el sábado.
Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás para observar el sepulcro y cómo habían puesto el cadáver.
Se volvieron, prepararon aromas y ungüentos, pero el sábado guardaron el descanso ordenado por la ley.
(Lc 23,54-56)
Todo es muy rápido, pues hay que acabar antes de que llegue la noche. Se habla de gente que intercedió
para que fueses sepultado; muchos crucificados van a dar a fosas comunes. Tus amigas están preocupadas por el
lugar donde dejarán tu cuerpo. Es que mañana ya es sábado y tendrán que dejar para el primer día de la semana lo
que falta para terminar con tu sepultura. La muerte y su silencio parecen haber llegado para permanecer un
tiempo… el tiempo preciso, el tiempo perfecto. No se sabe cuánto, pero será el tiempo necesario…
En esta estación les invitamos a caminar junto a las víctimas de la guerra, lugares de muerte, de
silencio…
Sí, hay lugares en guerra y las víctimas son muchísimas. Situaciones de conflicto ocasionadas por “razones”
diversas, con consecuencias desastrosas y cuyas soluciones son difíciles. Muchos huyen de sus países de origen y
se refugian en otros lugares porque están desprotegidos, los niños presentan vulneración de sus derechos a niveles
altísimos, desnutrición, baja escolaridad, desamparo… cuántos heridos, cuántas muertes. Oremos por ellos, oremos
por la paz y la justicia.
Seguimos tus pasos, Jesús,
que, con tus ojos llenos de lágrimas miraste a tu gente desde la periferia.
Jesús resucita – LA CREACIÓN
Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a ungirlo. El primer día de la
semana, muy temprano, cuando amanecía, llegaron al sepulcro. Se decían: —¿Quién nos moverá la piedra de la entrada del
sepulcro? Alzaron la vista y observaron que la piedra estaba movida. Era muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron un joven vestido
con un hábito blanco, sentado a la derecha; y quedaron sorprendidas. Les dijo: —No tengan miedo. Ustedes buscan a Jesús
Nazareno, el crucificado. No está aquí, ha resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a
Pedro que irá delante de ellos a Galilea. Allí lo verán, como les había dicho.
(Mc 16, 1-7)
Un aire fresquito acompaña a tus amigas a tu encuentro. Deben terminar aquello que quedó pendiente el
viernes. El sol generoso da sus primeros anuncios de luz… ya no hay niebla. El rocío parece alimentar a las flores
que prometen colores vivos y las aves de la mañana con sus melodías se empeñan en animar la ilusión de estas
mujeres para que se vaya transformando en esperanza. Porque tú no habitas en un lugar de muerte, no es allí
donde deben buscarte. Son tus amigas, tus valientes amigas, Jesús: el puente entre tu muerte y tu vida; las
encargadas de llevar un mensaje revitalizante al resto de la comunidad: el crucificado ha resucitado, vayan a
Galilea, allí lo verán.
En esta estación les invitamos a caminar con toda la creación…
Ya sin querer sacar provecho unos de otros, sino defendiendo el derecho que todos tenemos de vivir plenamente.
Somos todos parte de esta tierra. Que hay procesos naturales que el planeta vive, sí, está bien, pero que abusamos
de lo que se nos da, también es cierto. Seamos responsables, conscientes, cuidadosos, respetuosos. Hoy es un
acto de justicia.
Seguimos tus pasos, Jesús, que, desde la periferia nos enseñaste a vivir como resucitados.